Yirda Romero, Directora Carrera de Pedagogía en Educación Diferencial UDLA Sede Viña del Mar
Ya se acerca el término del semestre académico y muchos jóvenes universitarios inician su descanso. Las vacaciones llegan como algo muy esperado después de meses intensos de clases, trabajos, evaluaciones y prácticas en terreno. Este período puede convertirse en una valiosa oportunidad para descansar, pensar, reflexionar y descubrir talentos que, en el cotidiano, a veces en medio de la prisa, quedan silenciados y ocultos. Desde la perspectiva de la inclusión educativa, esta etapa libre de exigencias formales se transforma en un espacio para el desarrollo personal y creativo de todos.
Hay estudiantes que se transforman cuando cantan, cocinan, crean con sus manos o participan en un trabajo comunitario. La inclusión educativa enseña justamente eso, a valorar lo diverso, lo no evidente, lo que nace cuando le damos tiempo y espacio. A veces, lo que no se muestra en una prueba, brilla en un escenario distinto, más libre, más humano.
Las vacaciones, entonces, pueden ser un momento para ese despertar. ¿Y si este fuera el tiempo para escribir, experimentar con la fotografía, ofrecer tiempo en un voluntariado o simplemente para escucharse con honestidad? Descubrir lo que nos apasiona también es parte de formarse como personas y profesionales comprometidos. En la calma aparece con más frecuencia la claridad.
Muchas veces los mayores aprendizajes no vienen de una clase formal, sino de las experiencias que tenemos en otros ambientes. Que estas semanas permitan encontrarse con lo que realmente hace sentido, porque desde la inclusión, todos los caminos valen y todos los talentos cuentan.
También es una época para cuidar la salud mental, reconectar con amistades, fortalecer vínculos familiares y, por qué no, para permitirse no hacer nada. Descansar también es una forma de protección para volver con más energía, con más propósito, y con la certeza de que el talento también se cultiva cuando se da tiempo para simplemente ser. Descubrirlos no es un lujo, sino una necesidad profunda que conecta lo que se ama hacer con lo que el mundo necesita. Para el profesional que se está formando, este encuentro es clave, porque allí empieza a tomar forma no solo una carrera, sino una vocación con propósito y compromiso auténtico.