Mariangel Molina, Strategic People Business Partner Chile y Perú, Arcadis

En la industria de la minería, la energía y la infraestructura, solemos destacar la innovación tecnológica, la gestión de riesgos o los grandes proyectos de transformación. Sin embargo, existe un factor que rara vez encabeza los titulares y que, en la práctica, marca la diferencia en la competitividad de cualquier organización: la cultura organizacional. En Arcadis lo entendemos como el motor silencioso que sostiene la innovación y define la experiencia de quienes forman parte de la compañía.

La cultura no es un eslogan ni un valor escrito en un documento. Es la forma en que se trabaja día a día, la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, y la experiencia que viven las personas dentro de una organización. Esa vivencia interna no solo impacta en la percepción de los equipos, sino también en cómo los ven clientes, comunidades y aliados estratégicos.

El talento actual busca más que un salario competitivo. Hoy las personas esperan que su trabajo tenga propósito, que les ofrezca oportunidades de crecimiento real y que les permita equilibrar vida personal y profesional. La fórmula para responder a estas expectativas se refleja en tres pilares fundamentales: sentido, desarrollo y bienestar. Quienes forman parte de una empresa que promueve estos elementos encuentran proyectos con impacto en las comunidades, oportunidades de formación continua y un bienestar integral sustentado en la flexibilidad responsable. Esa combinación convierte al lugar de trabajo en un espacio donde las personas desean construir su futuro.

Un fenómeno que confirma la solidez cultural de una organización es el de los llamados “boomerang talents”: profesionales que deciden regresar después de haber trabajado allí. Quienes vuelven lo hacen porque extrañan la forma de trabajar, sus equipos, la conexión que tiene con ellos, la flexibilidad laboral, cercanía que tienen con los líderes y la posibilidad de generar impacto real. Volver no significa simplemente retomar un empleo, sino reencontrarse con un ambiente que inspira confianza, colaboración y crecimiento.

El orgullo de pertenecer surge cuando los valores no se limitan a declaraciones abstractas, sino que se viven en el día a día. Principios como la integridad, la colaboración y la sostenibilidad guían cada decisión y se traducen en prácticas concretas como el feedback constante, el reconocimiento oportuno y la promoción de la diversidad. Cuando alguien puede afirmar que su voz es escuchada y que su trabajo genera un impacto tangible, se construye un sentido de pertenencia genuino que ningún eslogan puede sustituir.

El desafío de toda organización global es mantener esa identidad cultural a medida que crece y se transforma. Escalar sin perder esencia es posible cuando los líderes se convierten en embajadores de la estrategia y traducen los objetivos en acciones concretas y consistentes. De esa manera se evita la dispersión y se protege lo más valioso que se tiene: la confianza y el compromiso de la gente.

La cultura organizacional no es un intangible romántico, sino un activo estratégico que impulsa la atracción y retención de talento, la productividad y la reputación corporativa. La verdadera ventaja no radica únicamente en la capacidad técnica, sino en la manera en que se cultiva esa cultura. Porque son las personas, con su talento y compromiso, quienes hacen posible la ingeniería sostenible, la innovación y la resiliencia que marcan la diferencia en cada proyecto, después de todo, “uno siempre vuelve a los lugares donde fue feliz” 

Google News Portal Educa
Síguenos en Google Noticias

Equipo Prensa
Portal Educa