- Casi un 25% de los estudiantes desertan de sus carreras universitarias en el primer año. Esta realidad denota señales de inmadurez vocacional, en las que los entornos familiar y social tienen mucho que contribuir para acompañar a los jóvenes, de modo que tomen decisiones informadas, con el apoyo y la guía indicada. Constanza Espinoza, psicóloga y mentora asociada del programa de mentorías STEM «PROVOCA», de AUI/NRAO Chile, aborda este tema y entrega recomendaciones.
Estudios en Chile indican que cerca del 24,6% de los estudiantes que ingresan a la universidad, se retiran de sus carreras dentro del primer año. A pesar de que esta determinación es multifactorial, e inciden variables como por ejemplo problemas económicos y el rendimiento académico; un aspecto importante es la falta de claridad vocacional.
Constanza Espinoza Ávalos es psicóloga y mentora asociada de la iniciativa PROVOCA, de AUI/NRAO Chile, una iniciativa que desde 2018 busca promover vocaciones STEM en nuestro país (acrónimo en inglés asociado a ciencia, tecnología, ingeniería y matemática). La especialista comenta que hoy es frecuente la deserción de estudios superiores por crisis vocacionales, lo que sin un adecuado apoyo deriva incluso en cuadros más complejos de aislamiento y depresión.
«Las crisis vocacionales son el resultado de un proceso, una construcción a lo largo de la vida, que va más allá de la adolescencia y que puede ocurrir incluso en la adultez. La toma de decisiones se encuentra influenciada por el autoconocimiento, donde identificamos intereses y aptitudes. Asimismo, influye el conocimiento que se tiene de las carreras, de los oficios, y las diversas alternativas que pueden existir en el mercado académico. Es una etapa de profunda reflexión que exige una serie de habilidades personales para evaluar las expectativas propias y del entorno familiar y social», explica.
Constanza asegura que a nivel de desarrollo cognitivo, los jóvenes avanzan en su «madurez vocacional», una meta que en la adolescencia se ve interferida por una corteza prefrontal inmadura, lo que repercute en aspectos como la dificultad para planificar y tomar decisiones. «Por eso es fundamental la ayuda externa de especialistas y el acompañamiento de la familia, ya que no es tarea fácil e implica un alto nivel de estrés, que muchos no son capaces de manejar solos», sostiene la especialista.
El acompañamiento es la clave
El apoyo involucra el acompañamiento personalizado o en grupos pequeños, que generen espacios «movilizantes», es decir, que el estudiante sea orientado a reflexionar y actuar, generar espacios guiados de descubrimiento personal y de autoconocimiento, y buscar la información necesaria sobre universidades y centros de estudio TP, mallas curriculares, ramos, financiamiento. «Sin embargo, muchas veces la persona que busca esta información puede no entender qué significa y por eso es importante la intervención de otros que le ayuden en esta comprensión. Es muy importante que el estudiante cuente con información de primera fuente. Muchas veces las personas con experiencia en el plano vocacional pueden apoyar traduciendo la información recopilada por los estudiantes, haciéndola más concreta, de modo que se hagan una idea en qué consiste el trabajo que realizarán o la carga de estudio y las exigencias de cada malla según la universidad. Asimismo, conocer modelos de rol permite acercar al estudiante a conocer a diversos profesionales en ejercicio, conocer su camino laboral, los formatos de trabajo y sus aplicaciones en distintos escenarios. En ocasiones, por ejemplo, en grupos con menor participación histórica en STEM, pueden ayudar a ampliar la gama de opciones y visualizar trayectorias posibles en su desarrollo de carrera», señala Constanza.
Grupos de mentoría
Programas de mentoría como PROVOCA (provoca.cl), totalmente gratuito y online, permiten que jóvenes de todo el país, con interés en las disciplinas STEM encuentren un espacio común con otros estudiantes de enseñanza media y superior (técnica y universitaria), que se interesan por este abanico de ciencias y reciban el apoyo y guía de mentoras que ya han sido formadas con este propósito. La dinámica de trabajo dual, en grupo pequeño de intereses comunes, y grupo curso en plenaria, permite expandir su red de contactos y pares, además de mantener un espacio personalizado. En cada sesión analizan una temática en especial y comparten sus opiniones y experiencias, adquieren conocimientos y habilidades para avanzar en sus trayectorias estudiantiles y laborales, conocen directamente de una fuente cercana en qué consiste el trabajo en las diferentes STEM. Los estudiantes reciben orientación para enfrentar obstáculos comunes y adquieren técnicas de autoconfianza y comunicación efectiva. «Puede que el resultado no sea, necesariamente, que sigan en la ruta STEM; pero sí que la decisión que tomen sea de manera informada y con confianza, con el apoyo de sus mentoras y comunidad de pares», señala la psicóloga.
Encontrar personas similares a uno, que atraviesan encrucijadas parecidas o que tienen los mismos intereses, suele ser un buen aporte en el proceso de acompañamiento, ya sea para tomar decisiones en crisis, como para avanzar en un proceso de alto estrés. Muchas veces ayuda intervenir oportunamente en el comienzo de una crisis, permitiendo la derivación oportuna a un especialista y la compañía en situaciones de dudas y angustia, evitando el aislamiento.
«Conocer profesionales que ya se encuentran insertos en el rubro permite conocer el perfil ocupacional, el campo laboral, y puede brindar respuestas a preguntas que muchas veces el entorno no tiene conocimiento. La mentoría constituye un espacio de aprendizaje compartido, desarrollo profesional y muchas veces personal. Conocer la carrera de otros y que quizás pasaron por lo mismo, permite desarrollar seguridad, motivación, empatía y muchas veces inspiración. Ser parte de una red promueve la colaboración entre pares», comenta Constanza.
La psicóloga concluye que el proceso de decisión vocacional se puede graficar en un semáforo, en el cual el rojo representa no saber qué quiero estudiar, amarillo es tener alternativas, pero no una elección clara; y el verde es la seguridad sobre qué quiero estudiar. «Conocer en qué color del semáforo se encuentran, es el primer paso para este camino y por eso es clave acompañar a los estudiantes. La frustración, la angustia y el miedo al fracaso es recurrente, pero es posible entregar una especie de “guía” si comenzamos a hablar con los jóvenes sobre qué les gustaría realizar, a discernir entre lo que puede ser la vocación versus hobbies, sumarnos a la búsqueda de información sobre becas, formularios, asistir a ferias de admisión; en síntesis, no dejarlos solos en este proceso, y así entregarles la confianza, el realismo y la autonomía necesaria para tomar esta importante decisión».