Hay cosas que permanecen en la memoria colectiva y otras que cruzan experiencias personales y generaciones. La ciudad, las calles y los rincones de la capital se mostraron bajo otra mirada en los 12 relatos ganadores que el concurso de cuentos breves más importante del país, Santiago en 100 Palabras
El Cementerio General, el Canal San Carlos, Av. Vicuña Mackenna y otros espacios de la ciudad, fueron algunos escenarios de los relatos galardonados de la versión XXIII del evento literario.
René Muga, Vicepresidente de Asuntos Corporativos de BHP Latinoamérica, indicó que “en tiempos en que los hábitos lectores parecen en crisis, Santiago en 100 palabr
Sobre la diversidad de las historias y las edades de quienes participan, Soledad Camponovo, coordinadora general de Fundación Plagio, explicó que: “Siempre nos asombra la capacidad de abrir la imaginación y contar diversas visiones de la vida cotidiana, muchas veces desapercibidas por el rigor y la velocidad de la vida en la ciudad. Todos y todas tenemos algo que contar y Santiago en 100 Palabras es una muestra de ello a través de estos 12 autores y autoras de diversas edades, que abordan distintas temáticas en sus cuentos”.
“Acogimos esta premiación en nuestro Teatro Oriente felices de continuar siendo el escenario de una fiebre literaria en Providencia, en sus diversas formas, uniendo a creadores y lectores con nuestra hermosa ciudad”, sostuvo Jorge Andrés González, director ejecutivo de la Fundación Cultural de Providencia.
La jornada especial de premiación reveló a los ganadores de Santiago en 100 Palabras 20
La animación del evento estuvo a cargo de la destacada locutora y directora de radio Los40, Martina Orrego.
LAS HISTORIAS QUE MARCARON LA EDICIÓN XXIII
La selección de los relatos ganadores de este año, entre los más de 50 mil que llegaron a esta edición, estuvo a cargo de los reconocidos escritores nacionales, Alejandra Costamagna y Matías Celedón; junto a la escritora y docente argentina Dolores Reyes.
Respecto a los 12 relatos ganadores de la edición 2024, serán exhibidos en paraderos de microbuses, gracias a la alianza del concurso con JC Decaux, sumado a la difusión en redes sociales y serán parte de los 100 mejores cuentos que se imprimirán en un libro de bolsillo de colección para luego ser repartidos gratuitamente el próximo año.
La escritora argentina e integrante del jurado de la versión XXIII del concurso, Dolores Reyes, destacó: “Lo que me encantó de todos los textos es cómo transitaban por la misma ciudad viendo cosas distintas y uniéndolas a experiencias muy diferentes. Se ve la diferencia de edades, géneros y miradas”. En tanto, Alejandra Costamagna, también parte del jurado 2024 coincidió: “Una ciudad de contrastes, personajes que no están encumbrados, una ciudad que abre unas ventanas imprevistas, personajes que buscan algo que parece extraviado, una ciudad que muta, hijas, padres, floristas, estudiantes, perros, abuelas, migrantes, trabajadores de esto y lo otro, personajes que recuerdan, paseantes de una ciudad que se resiste al olvido”
El Primer Lugar de la XXIII edición del concurso fue para Martín Roble, de 33 años de la comuna de Peñalolén. Su cuento “San Carlos navegable”, que en palabras del tercer miembro del jurado destacó por su trayecto y descripción: “Dicen que el canal San Carlos es bajo y traicionero. Sin embargo este cuento demuestra todo lo contrario. El descenso por sus aguas hasta llegar al río, plácida e inevitablemente, nos aleja de Santiago desde adentro, imaginando una salida distinta, en donde confluye lo natural y lo esencial.”
San Carlos navegable
Primer Lugar
Se decidió un día a demostrar que también el San Carlos podía ser un canal
navegable, haciéndole frente a la marginación y el centralismo. Se embarcó en
Departamental, alentado por unos niños que miraban, y navegó plácido hasta
cruzar el túnel de Apoquindo, donde empiezan los rápidos. Resistieron él y su
bote improvisado, y luego de tomar el curso del Mapocho, navegó en calma por
horas y horas bajo un sol tibio de otoño. Solo los niños supieron de su proeza,
pero ya no buscaba reconocimiento alguno, y mientras se acercaba al Maipo,
pensaba que, de ahí, hasta el mar.
Martín Roble Albeal, 33 años, Peñalolén.
Alquimia
Segundo Lugar
Caminó por calles antiguas y por avenidas. Buscaba y buscaba. Pasó por tiendas
de abarrotes y de repuestos de autos. Vio peleas con puñales. Pasó por plazas y
parroquias. Los pies se le comenzaron a hundir en el suelo. Y siguió caminando y
buscando. Vio tomas y rascacielos. Ya se hundía hasta la cintura. Luego, un
atropello y la celebración de un gol. Los hombros desaparecían. Vio un parto en
la calle y a un perro ladrándole al guanaco. Su cabeza se esfumó en la tierra.
Pero apareció completo al otro lado y siguió caminando y buscando.
César Becerra Lillo, 36 años, La Florida.
La florista
Tercer Lugar
Lilly es la florista del barrio. Vende las flores más hermosas y llamativas,
atrayendo a toda clase de visitantes que, embelesados por su misticismo, la
visitan a diario. Lo que nadie sabe es que, a la medianoche, se dirige presurosa al
Cementerio General, y una a una saca las flores de sus tumbas que
impacientemente la esperan con los brazos extendidos. Le gusta pensar en sí
misma como la florista de los difuntos, y les promete volver, tal como lo había
hecho su abuela, su madre, y como lo hacía ella, cada noche sin falta.
Gabriela Yuseff Valenzuela, 29 años, Providencia.
Comercio ambulante
Premio al Talento Infantil
Todas las mañanas Raúl se levanta, se baña, se peina con su gel para el pelo y
se pone su traje elegante. Parte caminando desde su casa con su maletín hasta
el metro de la estación Quilín. Cuando llega se sienta, instala su mesa, coloca los
chicles y chocolates, y espera a que lleguen los clientes mientras escucha música
caribeña para acordarse de su pasado.
Rafaela Durán Salas,12 años, Peñalolén.
Entre las lápidas del Cementerio General
Premio al Talento Joven
«Mi amor, si alguna vez te llegas a perder, quédate tranquila. Yo iré a buscarte», decía mi abuelita cada vez que salíamos. Nunca me alejé de ella, porque estaba
tan asustada que la miraba fijamente mientras apretaba firme su mano, casi esperando a que alguien me intentara llevar arrastrando. Pero eso nunca pasó. Siempre regresábamos juntas. Lo que yo no sabía era que una se podía perder de otra manera, una que no implicara calles y rostros desconocidos. Y cuando estuve perdida no hallé más remedio que ir a buscarla, yo a ella, entre las lápidas del Cementerio General.
Isidora Rayén Olivares Pérez, 15 años, La Florida.
Contaminación
Premio al Talento Mayor
Paso trapo por rincones del fondo, ahí se meten cosas increíbles. Saco pelos
largos de lavatorio. Dejo brillante rejilla del desagüe tina. Pongo pastillas de
jabón. No son nuevas. Lavamos las usadas. Reutilizar, dicen. Recojo tres condones arriscados sobre el piso de alfombra beige color carne. Algún día dirán «reutilizar
también». Limpio ventana con chorro amarillento. Enrollo sábanas sucias con
manchas tristes como gladiolos decrecientes. Hago horrible cisne de toalla que
nos obligan a armar y lo pongo sobre colcha. Pongo piecera de polar sudado para tapar hoyo cigarrillo. Es la pieza más cara, todo listo para el amor.
Ana María del Río Correa, 75 años, Las Condes.
Como las olas del mar
Premio al Talento Breve
Así me gusta creer que suena de madrugada el pasar de los autos por Vicuña
Mackenna.
María José Cifuentes Bastías, 28 años, Santiago.
Lumi
Mejor Relato de la Memoria
Caí estrepitosamente, no pude resolver las raíces en la ciclovía. Mientras atendía
los daños en mi rodilla, levanté la mirada y vi por primera vez una plaquita tímida
en el muro de la embajada, con una inscripción. Me levanté para leer y recién ahí,
después de pasar miles de veces por esta ruta de la calle Elena Blanco, te vi.
Lumi, a ti te lanzaron, a ti te hicieron tanto daño antes de morir, y aún luego de
eso, pudieron hacerte daño después de fallecer. Qué frágil es la memoria de los
sitios que habitamos.
Jo Contreras Campos, 37 años, Providencia.
La última bocanada
Mejor Relato del Futuro
En la urbe gris, bajo el yugo del gobierno que racionaba el aire, una familia
resistía. El pequeño enfermó. La abuela, con ojos empañados, decidió entregar
sus últimos filtros para salvarlo. Sus manos arrugadas ajustaban la máscara
sobre el rostro del pequeño. Un golpe seco en la puerta los congeló. Eran ellos.
Se la llevaron. Impotentes vieron cómo se alejaban. El pequeño agonizaba. En
un acto de rebeldía y amor la madre rompió los filtros, liberando el aire puro. Un
soplo de vida llenó los pulmones del niño. En la oscuridad, el amor era la última
luz que les quedaba.
Bárbara Carvajal Sáez, 30 años, Quilpué.
Pudahuel infinito
Mención Honrosa
Cuando se acababa el finde mi papá me llevaba en moto de vuelta desde Renca
a Maipú, cerraba los ojos, lo abrazaba fuerte y deseaba que Pudahuel fuera
infinito.
Diego Amaro Pérez Flores, 24 años, Maipú.
Desconectados
Mención Honrosa
Esa mañana, la primera detrás de la cinta de peligro era la presidenta de la junta de vecinos. El único árbol, símbolo de unión de la comunidad, iba a ser cortado, sin importar las cartas al municipio, las marchas y los cacerolazos. Caería ante la mirada extasiada de los ejecutivos viales, deseosos de construir una carretera sobre el cadáver de lo único que decoraba un barrio seco y polvoriento. A las ocho en punto la copa tocó el suelo. El retumbar metálico descolocó a los presentes. Aquella araucaria que por años los conectó, siempre verde y viva, era una antena telefónica.
Camila Vergara Orellana, 33 años, Las Condes.
La niña
Mención Honrosa
La ciudad avanza, la pena se queda en la niña. La ciudad no sabe de la pena de
la niña. La niña no recuerda el origen de su pena, se aleja de la ciudad, de sus
habitantes. La mujer ve crecer a su hija y recuerda el origen de su pena, mira con
desconfianza la ciudad en la que crece la hija. La mujer conversa con su pena,
con la ciudad y baila con la hija. La hija no tiene penas. La ciudad progresa,
quiere proteger a las niñas.
Rosario Vial Valenzuela, 51 años, Peñalolén.
Equipo Prensa
Portal Educa