Con la llegada de la primavera y el buen clima, aumentan las actividades al aire libre, entre ellas los asados a la parrilla con amigos o familia. En ese contexto, suele surgir una duda: ¿cuál es la cocción ideal para consumir la carne? Esta pregunta abre la puerta a un tema más profundo: las parasitosis transmitidas por alimentos.
Enfermedades como la triquinosis en cerdos o la toxoplasmosis en distintos animales de abasto, pueden estar presentes en ejemplares que parecen sanos, poniendo en riesgo la salud humana cuando la carne no se cocina adecuadamente. A esto se suman las zoonosis bacterianas, como salmonelosis y listeriosis, que aparecen cuando no se cumplen protocolos correctos de faena, manipulación e higiene. Por lo mismo, es fundamental adquirir carnes que hayan cumplido con la inspección sanitaria correspondiente.
Nuestro país cuenta con una normativa destinada a minimizar estos riesgos. Un ejemplo es la Ley de la Carne N° 19.162, que exige que los establecimientos faenadores para consumo nacional bajo convenio de delegación cuenten con la inspección oficial del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG). Gracias a ello, la carne comercializada en recintos establecidos es revisada y certificada por un médico veterinario inspector del SAG, quien está capacitado en la detección de parásitos que pueden transmitirse al ser humano. De ahí que el consumo de carnes faenadas en domicilios particulares represente un riesgo para la salud pública, pues esas piezas nunca pasan por un control que asegure su inocuidad.
Si bien existen sistemas de control robustos respecto a las carnes destinadas al consumo, la seguridad alimentaria depende también de la forma en que estos productos se preparan, siendo la temperatura un factor esencial. Mantener la cadena de frío y asegurar una cocción homogénea marcan una diferencia significativa, ya que permiten no solo eliminar posibles parásitos, sino también inhibir el crecimiento de bacterias responsables de intoxicaciones alimentarias, las cuales pueden multiplicarse de manera exponencial y alcanzar niveles peligrosos para la salud.
Por ello, es fundamental mantener las carnes fuera de la llamada zona de peligro, que corresponde al rango de temperatura entre los 5°C y 60°C, ya que tanto temperaturas inferiores a este rango como superiores ofrecen condiciones más seguras