Últimamente, los capibaras han ganado una notable popularidad, impulsada principalmente por su presencia en redes sociales, noticias y la creciente demanda de productos que los representan como animales relajados, inofensivos e incluso adorables. Sin embargo, este interés también ha generado interrogantes sobre su biología, comportamiento y la interacción con los seres humanos, aspectos que son relevantes conocer para saber sobre su rol en el ecosistema y promover la protección de su especie.

Nicolás Escobar, Director de Carrera de Medicina Veterinaria de UDLA Sede Viña del Mar, explica que los capibaras son los roedores de mayor tamaño del mundo. Un ejemplar adulto puede medir entre 100 y 130 centímetros de largo y pesar entre 35 y 65 kilos, aunque algunos superan estas dimensiones. Son animales semiacuáticos que habitan en las proximidades de cuerpos de agua como ríos, lagunas, pantanos y humedales, donde encuentran refugio y recursos para su supervivencia. Son nativos de América del Sur y su distribución geográfica abarca Venezuela, Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina. En Chile solo se encuentran en cautiverio en zoológicos con las condiciones adecuadas para su bienestar.

A pesar de su creciente popularidad, el académico aclara que no pueden ser considerados mascotas. Su tenencia está regulada por normas que prohíben la posesión de fauna silvestre, y además presentan necesidades muy específicas que dificultan su mantenimiento en entornos domésticos. «Los capibaras requieren amplios espacios, acceso constante a cuerpos de agua para nadar y una dieta rica en vegetación fresca. Su tamaño y comportamiento no son compatibles con la vida en un hogar convencional», detalla el Dr. Escobar, quien menciona que su necesidad de vivir en grupos numerosos también dificultan su adaptación a un entorno aislado.

Desde una perspectiva biológica, presentan adaptaciones notables. Sus patas ligeramente palmeadas les facilitan la natación, y la posición elevada de sus ojos, orejas y nariz les permite mantenerse semisumergidos mientras vigilan su entorno. Son estrictamente herbívoros y se alimentan de hierbas, plantas acuáticas y corteza de árboles. En su hábitat natural pueden vivir entre 6 y 10 años, aunque en cautiverio su longevidad puede extenderse hasta los 12 años.

Su comportamiento social es otro rasgo distintivo. «Son animales altamente gregarios que forman grupos de entre 10 y 20 individuos, aunque en áreas con abundantes recursos pueden congregarse en números mayores. Esta estructura social es clave para su supervivencia, ya que les permite detectar depredadores con mayor eficacia», señala el médico veterinario.

Su papel ecológico es fundamental en los ecosistemas donde habita: regulan el crecimiento de la vegetación en humedales, manteniendo el equilibrio de los pastizales acuáticos; contribuyen a la dispersión de semillas mediante sus heces y facilitan la estructuración del hábitat, creando senderos que benefician a otras especies y mejoran el flujo de agua, entre otros.

Si bien suelen ser tranquilos, los capibara siguen siendo animales silvestres, por lo que al interactuar con personas es importante seguir algunas recomendaciones:

Mantener distancia: ante un encuentro con capibaras en su hábitat natural, es fundamental no acercarse demasiado, especialmente si hay crías.

Observar su lenguaje corporal: si muestra signos de estrés (sonidos de alerta, movimientos bruscos, erizamiento del pelaje, “gruñidos” o chasquidos), lo mejor es retroceder.

Evitar alimentarlos: puede alterar su comportamiento natural y generar dependencia o agresividad.

No ingresar a su territorio: si están en el agua o cerca de su madriguera, es importante no meterse de forma invasiva, pues pueden reaccionar para protegerse.

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