Silvia Castro, Académica Escuela de Pedagogía en Educación Física , Universidad de Las Américas

La llegada de la primavera marca un cambio que va más allá de lo climático: es también una oportunidad pedagógica para la Educación Física. Con días más largos, temperaturas agradables y paisajes que invitan a la contemplación, se abre un escenario privilegiado para promover la práctica motriz y los juegos al aire libre en niños, niñas y adolescentes.

El movimiento, que muchas veces se limita a espacios cerrados durante el invierno, encuentra en la primavera un terreno fértil para expresarse en plazas, patios escolares y parques. No se trata solo de correr o saltar, sino de redescubrir la motricidad a través del juego, la exploración y la interacción con la naturaleza. Estos momentos fortalecen la salud orgánica, nutren el bienestar emocional y social, y favorecen la convivencia y el sentido de comunidad.

Como docentes y formadores, debemos aprovechar este cambio de estación para crear experiencias significativas que integren la corporeidad con el entorno natural. Promover circuitos de movimiento, juegos cooperativos, caminatas o actividades deportivas recreativas en espacios abiertos, no solo estimula la práctica motriz, sino que también contribuye a generar hábitos de vida activa y saludable.

La primavera nos recuerda que cada estación trae consigo un aprendizaje distinto. Hoy, el desafío es abrir las puertas de las escuelas al aire libre y permitir que la motricidad florezca al igual que las flores que adornan esta época del año.

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