Claudia Aracena y Felipe Contreras Académicos Instituto de Ciencias Naturales Universidad de Las Américas, Sede Concepción
La ciencia es un lenguaje universal que nos permite descifrar el mundo desde distintas disciplinas. Su verdadero impacto trasciende los laboratorios y los espacios académicos: es la base invisible sobre la que se sostiene el progreso en casi todos los aspectos de nuestra sociedad. Constituye la columna vertebral de innumerables profesiones y campos del saber.
En el Día Nacional de las Ciencias, no solo celebramos a quienes las protagonizan, sino también a la comunidad que se forma en torno a ellas y a los vínculos que hacen posible su avance. Las ciencias básicas como la biología, química, bioquímica, microbiología y genética, son un motor silencioso de innovación que impulsa a otras áreas. Comparten un lenguaje común capaz de encender la chispa de revoluciones en ingeniería, alimentación, agricultura y salud. Ese diálogo constante entre disciplinas crea un ecosistema de conocimiento interconectado, donde un hallazgo en un campo puede abrir la puerta a soluciones inesperadas en otro.
Las ciencias fundamentales entregan la comprensión profunda que permite adaptarnos a los cambios, gestionar los recursos de manera sustentable y responder con ética a las necesidades de la comunidad. Invertir en su enseñanza no es solo un ejercicio académico: es apostar por profesionales más competentes, versátiles e innovadores. La ciencia proporciona el alfabeto con el que médicos, enfermeras, kinesiólogos, fonoaudiólogos, nutricionistas, psicólogos, veterinarios, entre otros, leen e interpretan la vida.
Comprender un proceso fisiológico para identificar el origen de una enfermedad o desarrollar una vacuna, alcanzar una producción sustentable de alimentos o impulsar la recuperación del medio ambiente, son logros posibles gracias a los cimientos que entregan estas disciplinas. Pero también son el lenguaje que permite su difusión a públicos diversos. Más allá de los datos, la ciencia cultiva el pensamiento crítico y la capacidad de resolver problemas, competencias esenciales para cualquier profesional.
Celebrar la ciencia es, en definitiva, reconocer su presencia silenciosa pero fundamental en cada avance que mejora nuestra calidad de vida, y en cada profesional que, con su trabajo, protege a las personas y al planeta.