Ivonne Maldonado, Directora Carrera de Psicología, Universidad de Las Américas, Sede Concepción
Si bien la primavera afecta el estado de ánimo de algunas personas, incluso desencadenando un trastorno afectivo estacional por la dificultad del organismo para adaptarse a los cambios de luz, temperatura u horarios, también puede transformarse en una oportunidad para quienes decidan realizar pequeños ajustes en su vida, abriendo el camino hacia una mejor versión de sí mismos.
La invitación es a preguntarse qué necesitamos para estar mejor con nosotros mismos y habitar el entorno de una manera más positiva. A veces, solo plantearse esta interrogante puede llevar a reflexiones profundas que marquen el inicio de un proceso de bienestar interno. Este ejercicio también podría generar cierta frustración si no se logra distinguir entre lo que “queremos” y lo que realmente “necesitamos”. Resolver esa diferencia entrega un panorama más claro: lo que necesitamos se convierte en prioridad, mientras que lo que solo queremos, pasa a un segundo plano. De este modo, es más fácil trazar metas relevantes y diferenciar lo esencial de lo accesorio visualizando una ruta más clara para avanzar.
La creencia de que para lograr cambios internos se requieren grandes transformaciones, es muy limitante; muchas veces son los pequeños cambios los que generan grandes beneficios, ayudándonos a mantener un mejor equilibrio en las emociones, pensamientos y conductas.
Florecer en primavera también es posible si aprendemos a separar lo importante de lo accesorio en nuestra vida. Preguntarse con honestidad si algo es un deseo o una necesidad, marca una gran diferencia. Quizás, en esa respuesta sencilla, se encuentre la clave para florecer.