María José Ubilla, Académica investigadora Escuela de Medicina Veterinaria, Universidad de Las Américas

En los últimos años, la normativa 21.020, conocida como Ley Cholito, marcó un hito cultural en la relación de la sociedad con los animales de compañía. El registro nacional, la instauración de una mayor conciencia sobre el bienestar animal y la consulta ciudadana para modificación del reglamento, son avances que no se pueden desconocer. Sin embargo, la experiencia acumulada también ha dejado en evidencia un conjunto de pendientes que seguimos sin resolver y que urgen.

La tenencia responsable va mucho más allá de normar, ya que para implementarla exitosamente se requieren recursos humanos y económicos, también educación/capacitación de la ciudadanía y de las autoridades encargadas, y el cumplimiento de sanciones indicadas en la norma. Lamentablemente, los recursos destinados al Programa Mascota Protegida han disminuido, la educación se ha realizado de forma aislada y sin un hilo conductor potente, y las sanciones han sido prácticamente nulas a ocho años de la promulgación de la ley.  Los municipios, que son la primera línea de fiscalización y educación comunitaria, trabajan con recursos limitados. Y se mantiene un abordaje de los problemas de manera reactiva: frente a ataques de perros, abandono de perros y gatos, maltrato directo o indirecto de animales, o conflictos de convivencia, las respuestas tienden a ser fragmentadas y de corto plazo.

Otro gran pendiente es integrar la medicina veterinaria a la salud pública humana. No podemos seguir entendiendo la tenencia responsable como un tema aislado: su impacto en salud mental, convivencia comunitaria y prevención de zoonosis exige una mirada interdisciplinaria. Tampoco se debe omitir la necesidad de educar a los tutores en las necesidades específicas de cada especie: la tenencia responsable de un gato, no se resuelve con las mismas medidas que la de un perro y viceversa, asimismo, ignorar las necesidades de estos animales en las distintas etapas de su desarrollo o no reconocer los comportamientos normales y anormales de cada especie influyen en la ruptura del vínculo humano-animal. Este escenario incrementa la presencia de animales que deambulan libremente debido a abandonos, impactando negativamente en su propio bienestar, así como en la salud y protección de la fauna silvestre urbana y rural, y en otros animales domésticos, como los de granja, que en ocasiones representan el sustento de cientos de familias campesinas.

La Ley Cholito fue un paso adelante, pero hoy necesitamos dar el salto hacia una política pública integral de convivencia respetuosa y bienestar animal. Solo así pasaremos de los avances simbólicos a una estrategia real y sostenible, que ponga al centro no solo el control, sino también el respeto y la responsabilidad hacia los animales con los que compartimos nuestras ciudades, destacando los enfoques One Health y One Welfare.

 

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