Ginebra, Suiza – 5 de agosto de 2025. Hoy comienzan en Ginebra las negociaciones finales para alcanzar un Tratado Global de Plásticos, y la sociedad civil ha alzado la voz con más fuerza que nunca. Ayer, cientos de personas y organizaciones se movilizaron en Suiza para exigir un acuerdo ambicioso y jurídicamente vinculante que enfrente de raíz la crisis de contaminación plástica. Bajo el lema “¡Un tratado fuerte ya!”, activistas de todo el mundo hicieron un llamado urgente a los gobiernos para que antepongan los derechos humanos, la salud y el ambiente por sobre los intereses de la industria fósil.
La movilización, organizada por Greenpeace, Break Free From Plastic, la Fundación Gallifrey y una coalición global de organizaciones ambientales, sociales y comunitarias, marcó el inicio simbólico de las sesiones del Comité Intergubernamental de Negociación (INC-5.2), que se desarrollarán hasta el 14 de agosto en el Palacio de las Naciones.
“Necesitamos un tratado fuerte y eso significa la inclusión de un objetivo de reducción de la producción de plásticos en un 75% a 2040. Países biodiversos y vulnerables a la crisis climática, como Colombia, deberán seguir liderando con la ambición y la urgencia que exige esta crisis ecológica y de derechos humanos. La ciencia es clara, la ciudadanía lo pide y nuestra región está lista para liderar. Estamos frente a una oportunidad histórica que no podemos dejar pasar. ”, afirmó Laura Caicedo, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia desde Ginebra.
Estas negociaciones finales son cruciales: de ellas depende que el mundo cuente, por primera vez, con un instrumento legal global que regule todo el ciclo de vida del plásticos y sus impactos. La producción de plásticos es una de las mayores responsables de la crisis climática, produciendo más de 400 millones de toneladas de plásticos al año y con una tasa histórica de reciclaje del 9%. Esta industria emite más gases de efecto invernadero que las industrias de la aviación y la navegación juntas.
Más del 99% del plástico se produce a partir de combustibles fósiles, y se estima que la producción podría triplicarse para 2060 si no se toman medidas urgentes. Esto tendría consecuencias devastadoras para la salud humana, el clima, la biodiversidad y las comunidades más vulnerables.
Además de ser una amenaza directa para la biodiversidad y la salud humana, la crisis del plástico es también una crisis climática. A lo largo de todo su ciclo de vida, desde la extracción de combustibles fósiles hasta su producción, transporte y descarte, el plástico genera emisiones que contribuyen al calentamiento global. Si fuera un país, la industria del plástico ocuparía el quinto lugar entre los mayores emisores del mundo. Por eso, un tratado verdaderamente ambicioso que limite la producción de plásticos no es solo esencial para proteger nuestros ecosistemas, sino también para frenar el avance del colapso climático.
Por eso, desde Greenpeace exigimos que el tratado no se limite a gestionar los residuos, sino que establezca objetivos globales obligatorios para reducir la producción de plásticos, elimine los químicos tóxicos y plásticos de un solo uso, impulse modelos de reutilización, incremente la financiación y garantice una transición justa. Además, el acuerdo debe reconocer y proteger los derechos de las comunidades afectadas, el rol de las personas recicladoras de oficio y pueblos indígenas.
Mientras las negociaciones avanzan, la sociedad civil intensificará su presencia dentro y fuera de las salas, exigiendo que el resultado sea un tratado justo, transformador y capaz de frenar la contaminación plástica desde su fuente. El mundo no necesita más compromisos débiles. Necesita acción real. Y la necesita ahora.