Macarena Rojas Abalos, Presidenta ACHIPEC
Este 31 de julio, la Biblioteca de Santiago volvió a llenarse de ciencia. Sin embargo, en esta oportunidad no fue con manuales técnicos ni artículos académicos, sino con juegos, libros, conversaciones y diálogos, niñas, niños y adolescentes preguntando con los ojos muy abiertos. Fue la segunda versión de Invierno con Ciencia, una feria de divulgación organizada por centros de investigación y alojada, una vez más, en uno de los espacios públicos más simbólicos y democráticos de nuestra capital.
Podría parecer un detalle anecdótico que esta feria ocurra en una biblioteca y no, por ejemplo, en una universidad o en algún espacio académico. Pero no lo es. Las bibliotecas no solo resguardan el conocimiento, también lo democratizan. Son lugares donde convive el saber y éste se encuentra con la comunidad sin barreras ni jerarquías. Son, por excelencia, espacios donde el conocimiento se vuelve accesible y significativo.
Y eso es, justamente, el valor de la comunicación de la ciencia: que no ocurre en el vacío. Se construye desde un lugar, en relación con quienes habitan ese lugar, con sus preguntas, sus realidades y sus modos de entender el mundo. Comunicar ciencia en una biblioteca pública, en invierno, de forma gratuita y abierta a miles de escolares, no es un gesto accesorio. Es una manera concreta y comprometida de que el conocimiento pueda cobrar nuevo sentido y esté al servicio de la sociedad.
Desde ACHIPEC, la Asociación Chilena de Periodistas y Profesionales para la Comunicación de la Ciencia, sabemos que quienes nos dedicamos a esta tarea tenemos una responsabilidad cada vez más importante. No se trata solo de informar, sino de facilitar encuentros, de conectar lenguajes, disciplinas y experiencias.
Ese rol articulador, requiere sensibilidad, formación, y un compromiso ético con el bien común. Pero sobre todo, la comunicación de la ciencia emerge como una práctica que no puede desligarse del contexto en el que ocurre.
La segunda versión de Invierno con Ciencia logró materializar esa vocación colectiva. Participaron más de 40 instituciones con propuestas que cruzaban disciplinas y formatos. Desde la astrofísica hasta la inmunología, desde la IA hasta la ecología costera, cada uno con sus distintos productos de divulgación.
Este tipo de encuentros no solo acercan la ciencia a nuevos públicos, también reafirman una visión, que el conocimiento, cuando se comparte con intención y cuidado, puede ser una herramienta transformadora. Una herramienta para pensar en común, para imaginar futuros posibles y para construir vínculos más sólidos entre investigación, territorio y ciudadanía.
Por eso espacios como este importan. Porque la ciencia necesita salir de sus nichos, no para perder profundidad, sino para ganar relevancia y habitar con otros.