Pamela Cataldo, Académica Escuela de Educación Parvularia Universidad de Las Américas
Con la llegada del invierno, las tardes se vuelven frías y nuestros hogares se transforman en un refugio en donde la lectura adquiere un sentido especial: es un espacio de abrigo y encuentro. No hay mejor escenario para un cuento que una manta compartida, una taza de chocolate caliente y los ojos atentos de nuestros hijos, expectantes por descubrir nuevos mundos a través de los libros.
Para los niños y niñas, las experiencias de lectura en familia no solo desarrollan la imaginación y el lenguaje, sino que también alimentan el corazón. Leerles en voz alta, cantarles una rima, mirar juntos las ilustraciones y comentar lo que sucede en las historias, fortalece el vínculo afectivo y crea memorias duraderas. Es así como el cuento se convierte en un medio que nos permite estar más cerca.
La lectura compartida ayuda a conocer mejor a nuestros hijos: cuáles son sus intereses, qué les emociona, qué les da risa, qué les asombra. Un personaje puede dar pie a una plática más íntima, a una pregunta inesperada, a un abrazo espontáneo. Los cuentos abren puertas a la conversación, a la empatía y a la seguridad emocional.
Por eso hablamos de lectura vincular, una forma de leer donde lo importante no es solo el texto, sino la relación que se construye entre quien lee y quien escucha. Es una lectura con afecto y con sentido. Estas escenas quedarán grabadas en la memoria emotiva de los infantes y más adelante, aunque olviden el título del libro, recordarán el calor del regazo de sus padres, la voz que leía con cariño y esa sensación de sentirse profundamente amados.
No se necesita una gran biblioteca. Basta con elegir un libro breve, que guste a todos, y regalarse ese momento juntos. En bebés, el tono de voz y la cercanía corporal son tan importantes como las palabras; en niños más grandes, el diálogo y la interpretación compartida enriquecen el pensamiento y el lenguaje.
Aprovechemos el frío del invierno para redescubrir el valor de una historia contada en el calor del hogar. Porque leer en familia no solo construye lectores, también genera vínculos afectivos que duran toda la vida.