Las evaluaciones escolares pueden transformarse en una importante fuente de ansiedad para niños, niñas y adolescentes, especialmente si no han desarrollado habilidades para enfrentar estos procesos con seguridad y confianza. En este contexto, Carola Valenzuela, coordinadora académica de la Red de Colegios del Arzobispado, entrega recomendaciones para acompañar a los estudiantes de manera integral, considerando sus necesidades cognitivas, emocionales y sociales.

“Desde primero básico es clave ir incorporando prácticas que familiaricen a los niños con el formato evaluativo de manera progresiva, sin presión, destacando siempre el proceso de aprendizaje”, señala Valenzuela. Actividades como juegos, preguntas orales, cuentos o canciones no solo refuerzan contenidos de forma lúdica, sino que también ayudan a reducir los niveles de estrés. En esta etapa, la clave está en generar rutinas breves, promover un ambiente seguro y enseñar habilidades como leer instrucciones o entender preguntas, todo dentro de un marco positivo y alentador.

A medida que los estudiantes avanzan en su trayectoria escolar, aumenta la complejidad de los contenidos y las exigencias académicas. Esto puede intensificar la ansiedad, en especial cuando se suma la presión familiar, la comparación con pares o la sobrecarga de tareas. Frente a esto, la coordinadora académica, enfatiza la importancia de trabajar desde edades tempranas en la autorregulación, la gestión del tiempo y las técnicas de estudio. “Estas herramientas permiten que los estudiantes enfrenten su vida escolar con mayor armonía, autoconfianza y autonomía”, indica.

Evolución en los sistemas de evaluación escolar

Actualmente y en línea con el Decreto 67 del Ministerio de Educación, se utilizan tanto evaluaciones formativas como sumativas. Sin embargo, “hoy existe una mirada más amplia que va más allá de la calificación. La evaluación debe servir para retroalimentar y mejorar los aprendizajes. No se trata solo de medir, sino de acompañar pedagógicamente el proceso del estudiante, identificando fortalezas y desafíos para planificar mejores experiencias de enseñanza”, puntualiza Valenzuela.

A lo que agrega, “en los últimos años, ha habido una evolución significativa en los enfoques evaluativos. Se ha dejado atrás el modelo centrado en pruebas escritas y memorización, dando paso a una evaluación más participativa y reflexiva, que incluye autoevaluaciones, análisis de errores, y el uso de instrumentos variados como mapas conceptuales, portafolios o exposiciones. Este cambio tiene ventajas claras: favorece la motivación, reduce el estrés y fortalece habilidades metacognitivas”. No obstante, recalca que para que estos enfoques funcionen, es fundamental el trabajo colaborativo entre docentes, estudiantes y familias, generando espacios de diálogo permanente.

“Más allá de los resultados, lo importante es ayudar a que los estudiantes vivan el proceso evaluativo como una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. La contención familiar y escolar es clave para que logren desarrollar todo su potencial sin que el miedo los paralice”, concluye la especialista, concluye la especialista. Algunas estrategias a aplicar según nivel escolar recomendadas son:

En Educación Básica:

  • Establecer rutinas de estudio cortas y consistentes.
  • Usar material visual, juegos, cuentos o canciones para repasar.
  • Promover un acompañamiento positivo, sin presiones.
  • Enseñar a revisar instrucciones y entender las preguntas.
  • Cuidar el descanso, el juego y una alimentación equilibrada.

En Educación Media:

  • Planificar el estudio con anticipación.
  • Utilizar técnicas como mapas mentales o resúmenes.
  • Simular evaluaciones para ganar confianza.
  • Fomentar la autorregulación emocional.
  • Mantener una comunicación fluida con los docentes.
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Equipo Prensa
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