Cristián Villegas, Director Instituto de Educación y Lenguaje Universidad de Las Américas
Desde su irrupción en los años ‘90, Internet ha transformado radicalmente la forma en que accedemos, compartimos y producimos información, democratizando el conocimiento y modificando profundamente el aprendizaje. Han surgido metodologías como el e-learning, potenciado por videoconferencias, y el microlearning, facilitado por el uso masivo de smartphones, que flexibilizan y personalizan el aprendizaje, permitiendo estudiar en breves momentos desde cualquier lugar. Hoy, resulta impensable concebir la educación o la vida cotidiana sin la red, por lo cual siempre es importante analizar su impacto. A pesar de su fuerte presencia en Chile y el mundo, aún existen zonas con acceso limitado, lo que perpetúa la brecha digital. Incluso en tiempos de inteligencia artificial, Internet sigue siendo un privilegio para muchos.
Según proyecciones de la Subtel en este 2025, el 94,1% de la población chilena —unos 18,6 millones de personas— usa internet, y el 96,5% de los hogares ya cuenta con acceso. El principal medio de conexión es el smartphone: el 97,3% de los usuarios navega desde su celular, dedicando casi 9 horas diarias a la red. A nivel global, el Digital Report 2025 de We Are Social y Hootsuite, señala que había 5.500 millones de usuarios de internet en enero, es decir, el 69% de la población mundial. La penetración, sin embargo, varía: mientras el norte de Europa supera el 97%, África apenas alcanza el 37%. Países como Países Bajos, Noruega y Emiratos Árabes Unidos lideran con un 99%. Aunque el acceso crece de forma sostenida, persisten grandes desigualdades.
En nuestro país cerca de cinco millones de personas aún carecen de habilidades digitales suficientes para aprovechar plenamente las tecnologías de la información, quedando al margen de la economía digital y de nuevas oportunidades educativas o laborales. Esta brecha afecta especialmente a zonas rurales y sectores vulnerables. Frente a este desafío, iniciativas como “Conectividad para la Educación 2030” buscan llevar internet de alta velocidad a más de 10.000 establecimientos educacionales, beneficiando a más de 3,2 millones de estudiantes de educación básica y media.
El impacto de internet en la educación es indiscutible: amplía el acceso a recursos digitales, fomenta la colaboración y permite superar barreras geográficas y temporales. Según la UNESCO, el 75% de los docentes de primaria y secundaria ya integra internet en sus clases, lo que evidencia su rol clave en el aprendizaje. No obstante, aún es necesario fortalecer la formación docente y el desarrollo de competencias digitales para lograr una integración efectiva.
Internet es la principal vía de acceso a la información y a la inteligencia artificial, tecnología que promete transformar la educación tanto o más que la propia red. Por ello, resulta clave analizar las experiencias de integración tecnológica, aprender de sus fortalezas y corregir sus debilidades, promoviendo un uso ético, inclusivo y efectivo. Internet ha sido —y seguirá siendo— un motor esencial para la innovación educativa y social, pero el desafío de cerrar la brecha digital y fortalecer capacidades, sigue plenamente vigente.