Sebastián Henríquez Académico Carrera de Derecho Universidad de Las Américas, Sede Concepción.

En una nueva conmemoración del Día Internacional del Trabajador, y a veinticinco años de iniciado el siglo XXI, las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC) protagonizan el debate laboral. Su impacto en los espacios de trabajo es innegable, especialmente en lo que respecta a la vigilancia y control, amplificando de manera intensa el poder de dirección empresarial. Hoy, ya no es necesario un supervisor presente para fiscalizar la actividad profesional: basta con una cámara de vigilancia, un teléfono celular con conexión a internet o un algoritmo que procese los datos del dependiente para evaluar su desempeño. El trabajador queda, así, a un solo mensaje de distancia del empleador, desdibujándose el clásico concepto de jornada laboral.

Esta nueva arquitectura jurídica orientada a poner límites a este reforzado y tecnologizado poder de control, aún se encuentra en construcción en la mayoría de las legislaciones del mundo. Vivimos una etapa de experimentación e inestable convivencia entre la teoría legal, práctica productiva y realidad laboral. Derechos como el de la desconexión digital, la protección de datos personales y el acceso a conocer los algoritmos o los sistemas de toma de decisiones automatizadas, son avances en esa dirección, pero todavía con limitada efectividad para garantizar espacios laborales libres de intervenciones excesivas y desproporcionadas, muchas de las cuales pasan desapercibidas, como ocurre con la proliferación de cámaras de video vigilancia.

A pesar de los esfuerzos de distintos actores por contener los efectos de las TIC sobre la gran masa de trabajadores dependientes, como sociedad seguimos sin ser capaces de seguir el ritmo acelerado de las nuevas herramientas tecnológicas. Un llamado a humanizar la incorporación de tecnología en el trabajo, sin la participación activa de trabajadores y trabajadoras, sería estéril. Deberíamos aprender a escuchar más y mejor a quienes experimentan en carne propia los impactos de estas transformaciones, en vidas ya precarizadas en múltiples dimensiones.

Es necesario garantizar canales de expresión e incidencia real de los trabajadores en los espacios de trabajo como ocurre en la mayoría de los países desarrollados, mejorando directamente la calidad de vida, bienestar y cohesión social de la población, más allá de los factores meramente económicos o productivos, hoy tan dominantes, poniendo a las personas en el centro, lo cual se considera un necesario retorno al humanismo

Google News Portal Educa
Síguenos en Google Noticias

Equipo Prensa
Portal Educa