José Pedro Hernández Díaz Historiador y académico de la Facultad de Educación Universidad de Las Américas
A los pies de la imponente Cordillera de los Andes, en la región de Valparaíso, se encuentra un pequeño poblado con un nombre peculiar: Cariño Botado. Su historia, envuelta en el paso del tiempo y la leyenda, nos transporta a los albores de la etapa final de la Independencia, a principios de febrero de 1817. Para eso trasladémonos a la época donde el Ejército Libertador de los Andes, liderado por el valiente San Martín, descendiendo de las gélidas alturas tras la heroica hazaña del cruce de Los Andes, cuyo objetivo era liberar a Chile del dominio español.
En el pequeño caserío, hoy conocido como Cariño Botado, ubicado en la comuna de San Esteban y a pocos kilómetros de Los Andes, la noticia del avance patriota corrió como la pólvora. Un fervor patriótico inundó a sus habitantes, quienes, ansiosos por demostrar su apoyo a la causa independentista, decidieron preparar un recibimiento digno de los libertadores. Y es así que las mesas estaban llenas de manjares como la chicha, vinos, carnes asadas, frutas de la región, entre otros, todo un festín preparado con el cariño y la esperanza de un pueblo que anhelaba la libertad.
Sin embargo, el destino tenía otros planes. La columna del Ejército Libertador al mando del brigadier Juan Gregorio de Las Heras, quizás recelosa tras la ardua travesía, o tal vez temiendo una posible emboscada o envenenamiento, decidió desviarse de la ruta prevista, dejando atrás el banquete intacto. Como no imaginarse la decepción de los lugareños al ver cómo la fiesta preparada con tanta ilusión quedaba desierta, el cariño ofrecido, totalmente botado. De ahí el nombre que, con el tiempo, adoptaría el lugar Cariño Botado, un recordatorio de aquel gesto de apoyo rechazado por las circunstancias.
La historia, teñida de un matiz de melancolía, nos habla de la incertidumbre y la desconfianza que reinaban en aquellos tiempos convulsos. El cruce de Los Andes había sido una proeza titánica, y la prudencia, sin duda, era una virtud necesaria para el éxito de la campaña libertadora. Si bien el banquete no fue disfrutado por quienes se esperaba, el gesto de los habitantes de Cariño Botado quedó grabado en la memoria colectiva, testimonio del fervor patriótico que animaba la lucha por la Independencia.
Posteriormente, el 12 de febrero de 1817, el Ejército Libertador se enfrentaría a las fuerzas realistas en la decisiva Batalla de Chacabuco, un paso crucial hacia la anhelada libertad.