Lorena Jofré Decana Facultad de Medicina Veterinaria y Agronomía Universidad de Las Américas

 

Se acerca la Navidad, una época de alegría, de compartir en familia y de gestos generosos. Entre los regalos más frecuentes, especialmente cuando hay niños en casa, está la idea de incorporar una mascota al hogar. La imagen del cachorro con un lazo rojo o del gatito asomando desde una caja suele despertar ternura, pero detrás de esa escena hay una gran responsabilidad que no siempre se considera con la seriedad que merece.

Regalar un animal no es lo mismo que regalar un juguete. Las mascotas no pueden guardarse cuando el entusiasmo inicial se apaga, ni intercambiarse si “no se adaptan”. Son seres vivos que sienten, se enferman, necesitan cuidados veterinarios, afecto y tiempo. Adoptar o adquirir uno implica un compromiso que puede extenderse por muchos años, dependiendo de la especie. Antes de tomar esa decisión, es fundamental reflexionar si la familia está preparada para asumir esa responsabilidad a largo plazo.

Lamentablemente, después de las fiestas, muchos refugios y organizaciones de protección animal reportan un aumento en los abandonos. Mascotas que fueron obsequiados sin considerar el espacio disponible, el presupuesto, las rutinas familiares o la compatibilidad con otros miembros del hogar terminan siendo víctimas del impulso de regalar algo “original”. Esta realidad debe hacernos pensar que el amor hacia los animales también se demuestra evitando decisiones apresuradas.

Si realmente se desea incorporar una mascota a la familia, es preferible hacerlo de manera planificada y responsable. Conversar en casa, evaluar el tipo que mejor se adapte al estilo de vida, considerar la opción de adoptar, en los refugios hay muchos perros y gatos esperando una segunda oportunidad.

Educar a los niños en el respeto hacia los animales también forma parte de este proceso. Enseñarles que tener una mascota implica cuidar, alimentar, limpiar y pasear. Acompañar a otro ser vivo es una lección de empatía y responsabilidad que los acompañará toda la vida.

Regalar una mascota puede ser una experiencia profundamente positiva cuando se hace de forma consciente y comprometida. Incorporar uno al hogar puede fortalecer los lazos familiares, fomentar la empatía en los niños y brindar compañía incondicional a personas que viven solas o atraviesan momentos difíciles.  Aportan alegría, promueven la actividad física y mejoran el bienestar emocional de quienes las rodean.

Esta Navidad, regalemos cariño y compañía con responsabilidad. Recordemos que un animal no es un objeto ni un simple obsequio, sino un ser vivo que siente, un miembro más de la familia, y que merece ser recibido con amor y compromiso.

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