Recientemente un estudio del MIT Media Lab alertó que el uso excesivo de inteligencia artificial en estudiantes genera una “deuda cognitiva”, donde existe una menor activación cerebral en aquellas personas que se habían acostumbrado a realizar acciones, como una redacción breve, con IA. Lo anterior no solo evidencia una dependencia de esta herramienta, sino que también un debilitamiento de las habilidades propias; en el fondo, al “descansar” en la plataforma, se acota la posibilidad de no solo potenciar las destrezas individuales de cada persona, incluso esta se podría “aletargar”.
La evidencia de organismos internacionales muestra que la IA puede potenciar las capacidades humanas, siempre y cuando se use como un apoyo, al permitir la personalización, liberación de tiempo de actividades rutinarias o como revisor. UNESCO y el Departamento de Educación de EE.UU., remarcan que para que la inteligencia artificial sea un apoyo, es necesario un marco de uso responsable, alfabetización digital y evaluación del proceso de uso y no exclusivamente de su resultado, siempre buscando no generar dependencia y el fomento del pensamiento crítico y orientación al aprendizaje profundo. Hay varias experiencias de mejora utilizando asistentes virtuales personalizados de apoyo al estudio, donde más que usar la IA, el foco recae en la interacción con metas definidas, andamiaje pedagógico y verificación del aprendizaje.
LA OCDE, teniendo presente el avance de voces que hablan de un “declive cognitivo” cuando se abusa de esta tecnología, ha propuesto un enfoque de oportunidades basado en barandas digitales que permitan apoyar con equidad y trasparencia la acción docente, siendo la IA un complemento pero que no reemplaza el accionar y juicio humano.
Considerando entonces que, si bien esta herramienta tiene un potencial educativo enorme al democratizar el acceso al contenido, al personalizarlo a las necesidades de aprendizaje y al potenciar el desarrollo de diferentes metodologías, también queda claro que su abuso sostenido en estudiantes o su uso como una “muleta digital” hace que no se desarrollen todas las capacidades del individuo. El problema no es de la IA, sino del uso o mal uso que se le otorgue, y es entonces cuando la promesa de mejora educativa se puede transformar en amenaza: la amenaza de una generación totalmente dependiente de la tecnología.
Cuando existe un diseño pedagógico sólido, ético y de apoyo, la IA puede ser una tecnología que potencie el aprendizaje; por ende, es clave el foco formativo de las interacciones educativas que se generen con esta herramienta, para lo cual se hacen necesarios procesos de capacitación docente, así como apoyos y orientaciones claras de parte del sistema educativo.
Cristián Villegas Director Instituto de Educación y Lenguaje Universidad de Las Américas





















