Dr. Lorenzo Reyes Bozo Decano Facultad de Ingeniería y Negocios Universidad de Las Américas

En los últimos años, Chile ha mostrado un despertar en conciencia ambiental, pero no necesariamente en acción efectiva. Estudios recientes indican que uno de cada tres chilenos declara reciclar regularmente, pero la sola voluntad no basta. Persisten brechas en conocimiento, infraestructura y trazabilidad que impiden convertir la intención en impacto real. La mayoría recicla plástico, vidrio y papel, pero sin aplicar prácticas básicas como enjuagar, secar o compactar, lo que disminuye la calidad del material recuperado. Por lo tanto, la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) aún requiere una implementación más firme y fiscalización efectiva para consolidarse como un verdadero motor de economía circular.

A nivel internacional, el panorama tampoco es alentador. Las negociaciones por un tratado global contra la contaminación por plásticos se estancaron en 2025 y América Latina mantiene tasas de reciclaje que no superan el 10%. Sin embargo, existen ejemplos destacables: Brasil alcanza más del 97% de reciclaje en latas de aluminio gracias a un sistema eficaz de logística reversa que integra regulación, mercado y ciudadanía. Este caso demuestra que el éxito no depende solo de instalar puntos limpios -que muchas veces se transforman en microvertederos urbanos-, sino de articular políticas públicas, innovación tecnológica y educación ciudadana bajo una visión común de sustentabilidad.

Desde la ingeniería, el desafío es rediseñar la experiencia completa del reciclaje: avanzar en ecodiseño, estandarización de materiales, infraestructura de cercanía y sistemas digitales de trazabilidad que garanticen transparencia sobre el destino final de los residuos. Aplicar un enfoque de ciclo de vida permitirá medir impactos y optimizar procesos industriales. En este contexto, las universidades y centros de investigación cumplen un rol estratégico: medir, validar y transferir soluciones tecnológicas y sociales que eleven la tasa y calidad del reciclaje.

Este proceso no debe concebirse como un gesto simbólico, sino como una estrategia estructural de desarrollo sostenible. Por ello, Chile tiene la oportunidad de transformar un acto voluntario en un sistema eficiente y confiable. Pasar del “reciclo cuando puedo” al “reciclo porque funciona” exige voluntad técnica, política y cultural. La educación ambiental, desde edades tempranas, será clave para construir una ciudadanía circular capaz de ver cada residuo no como un desecho, sino como un recurso valioso dentro de un sistema sustentable.

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