Samuel Llanos Académico Carrera de Psicología Universidad de Las Américas, Sede Concepción

El amor, en su esencia más pura, no requiere de un objeto para existir. No necesita de una relación de pareja ni de la reciprocidad para encontrar su validez. No obstante, la sociedad tiende a exaltar el amor romántico, representado en la figura de una pareja, como la máxima expresión de afecto.

Esta concepción, enraizada en nuestras expectativas culturales, puede hacer que quienes no se encuentran en una relación de pareja se sientan incompletos, excluidos de una experiencia supuestamente fundamental para la plenitud humana. El 14 de febrero, día de los enamorados, representa el pináculo de este amor reconocido y celebrado, pero ¿qué sucede con aquellos para quienes este afecto no se encuentra reflejado en la figura de una pareja? ¿Qué significa el amor sin pareja, y cómo puede vivirse de manera profunda y transformadora en un mundo que ensalza la unión romántica como el único modelo legítimo?

Al acercarnos a esta reflexión, es esencial reconocer que el amor sin pareja no es una negación del afecto, sino un acto de apertura hacia una forma de querer  más vasta, inclusiva y liberadora. La sociedad contemporánea tiende a reducir el amor a una serie de expectativas mutuas entre dos personas, enmarcadas en un contexto de posesión y exclusividad. 

El amor sin pareja nos desafía a liberar la concepción del afecto de las limitaciones de la reciprocidad, para reconocer que amarse a uno mismo constituye el primer paso hacia la trascendencia de cualquier vínculo. No se trata de un amor egocéntrico o narcisista, sino de uno que surge del respeto profundo por la propia individualidad y la capacidad de experimentar el mundo sin depender de otro para sentirse completo. Es un amor que se cultiva en el silencio interior, en la meditación constante sobre la propia existencia y las relaciones con los demás. Aquí no hay lugar para la búsqueda de aprobación o validación externa, ya que el amor no es un intercambio, sino una experiencia que se manifiesta en el acto de ser, sin condiciones.

El 14 de febrero puede transformarse en una oportunidad para redescubrir el amor sin pareja, no como una ausencia, sino como una posibilidad infinita de conexión. Este día invita a reflexionar sobre el cariño que nos brindamos a nosotros mismos y cómo puede expandirse hacia quienes nos rodean: familia, amigos o incluso desconocidos. En un mundo que insiste en señalar lo que nos falta, esta efeméride no invita a reconectar y apreciar lo que ya poseemos.

Al ampliar la mirada más allá de las estructuras románticas, encontramos que el amor es una fuerza culturalmente moldeada, polifacética y accesible para todos. Es una oportunidad para construir un mundo donde el amor, en sus múltiples formas, sea una potencia emancipadora.

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